El primer post de este nuevo blog lo queremos dedicar a María Luisa Onieva Navajas. La mujer que da nombre a nuestro centro y la que desde algún lugar nos empuja a seguir manteniendo su exigencia en el trabajo. Es por eso por lo que queremos estrenar un sello de calidad en honor a ella.
María Luisa nació en Rute el 3 de febrero de 1929, siendo la mayor de sus hermanos, y ejerciendo como tal ante las adversidades que le iba a deparar su adolescencia. Durante su adolescencia perdió a su padre, su madre nunca fue la misma, y la mejor manera para asegurar el porvenir de su familia fue emigrar a Cataluña. Con 19 años se fue a reunirse con su novio José Haro, algo peculiar para la época, sin haberse casado antes. Y hasta que ella no consiguió estabilidad laboral para ella y su familia no se casó. Con 26 años en los años 50 era poco habitual teniendo novio desde los 18, pero así era ella, no hacía nada por presión, solo por convicción. Entonces se permitió ser mamá, puesto que sus hermanos ya no estaban a su cargo.
Mientras su marido crecía empresarialmente, ella dejó su trabajo como criada en la casa de un reconocido Doctor, se puso a coser desde casa, para poder atender como ella quería a sus hijos. Su pasión era la limpieza. Y hay miles de anécdotas que podríamos recordar sobre ella que lo demuestran, pero hay una que recoge varias cualidades que ella tenía y demostraba a diario. Esto lo puede haber visto cualquier ruteño, cualquier mañana entre noviembre y mayo (que eran las fechas en las que ella residía en Rute). Una mujer en manga corta con bufanda barriendo un aparcamiento de grava, para recoger todas las colillas y papelitos. Su hija Maribel desde la puerta diciéndole que por favor se abrigara. Y su respuesta era sencilla: si barres con “rigor” no hace frío.
Esta señora (como a ella le gustaba que la llamaran) era María Luisa, una personal familiar, trabajadora, educada y exigente consigo. Fue un ejemplo, y ahora más que nunca, nos gustaría su aprobación en este nuevo comienzo.